sábado, 17 de diciembre de 2011

Mapa de la corrupción


  
Se me ocurrió realizar un listado con entradillas y enlaces sobre la corrupción. Es un tema que me preocupa tanto como la actual situación del país. Bueno no sé si tanto o más, porque creo que si los políticos que nos gobiernan hubieran estado más pendientes de los asuntos de los ciudadanos que de los de sus partidos y  de sus asuntillos particulares otro gallo nos hubiese cantado.

La corrupción no es sólo prevaricar o aprovecharse del cargo para enriquecerse, también es favorecer el desarrollo e implantación de tu partido liberando personas o metiendo asesores que lo único que hacen después es dedicarse a trabajar en los cargos ógánicos del partido y no aparecen por sus "asesorías". Práctica común en todos los partidos y ampliamente tolerada en aras de la ley reguladora o de la interpretación que de ella hacen fiscales y jueces.


Pero a lo que iba, antes de comenzar he googleado un poco, y como no resulta que a alguien o algunos ya se les ocurrió. Así que para qué me voy a molestar. Les pongo el enlace:



Les dejo además un jugoso artículo del blog  "La barra virtual"
La punta del iceberg

Cosas por las que debemos estar cabreados y en las que deberíamos centrar nuestra atención:
La corrupción política en España, no es un daño colateral, sino que constituye la base de nuestro sistema político. La corrupción es, como se dice ahora, sistémica.

La democracia en España está limitada a la alternancia de determinados partidos en el poder. Esa alternancia y la exclusión de otras formaciones o canales de participación democrática, han llevado a que los dirigentes de dichos partidos turnantes  tengan una concepción patrimonial del poder político; es decir: “es mío, y hago con él lo que me da la gana, vamos, faltaría más.”

La lucha partidaria no es, ni más ni menos, que una guerra encarnizada por el acceso a los presupuestos públicos. Es decir: luchan para repartirse el dinero obtenido por la Hacienda Pública de los impuestos que pagamos los ciudadanos.

La corrupción sistémica se ve facilitada por las desorbitadas necesidades de financiación de los principales partidos políticos, la ausencia o debilidad de los sistemas de control preventivo de la corrupción (el Tribunal de Cuentas carece a efectos prácticos de capacidad sancionadora), la ineficacia de la legislación sobre financiación de los partidos (realizada por los propios partidos a los que debería controlar), la descentralización administrativa que multiplica las fuentes de acceso a los distintos presupuestos, y la ausencia de democracia interna y de transparencia en la actuación de los partidos, que permite el monopolio del poder por una reducida casta de políticos profesionales.
Por todo ello, la lucha contra la corrupción política en España no es una cuestión ética: es una cuestión de supervivencia.

El ingente trasvase del dinero público a manos privadas realizado de forma delictiva por cargos públicos es una de las principales causas de la asfixia económica del Estado, las Comunidades Autónomas, las Diputaciones, Cabildos, Juntas y Ayuntamientos. Debido al saqueo, unido al fraude fiscal generalizado por parte de las grandes fortunas y las grandes empresas, fraude en muchos casos legalizado por la normativa ad hoc generada por el Gobierno y por las Cortes, hay déficit, la deuda se dispara y falta presupuesto.

El déficit fiscal generado por la clase política, por ejemplo, al renunciar las Comunidades Autónomas a impuestos cedidos por el Estado, para, en lugar de financiarse con sus propios recursos, endeudarse con las entidades bancarias y los mercados, a los que se regalan los correspondientes intereses a costa de todos los ciudadanos, se pretende enjugar con los famosos “recortes”, es decir, se baja el sueldo a los empleados públicos, se suben los impuestos sobre el consumo (los más injustos: los consejeros de las multinacionales pagan lo mismo que Vd., lector), y se reducen gastos fundamentales en Educación, Sanidad, Justicia e infraestructuras. Todo antes que reducir el nivel de saqueo.

El fruto del saqueo, ese dinero sistemáticamente robado y entregado por cargos públicos a empresas afines mediante soborno y, en muchos casos, para repartir con los partidos, es el que debería servir para que los Ayuntamientos pagasen a sus proveedores, el que debería invertir el Estado en políticas sociales o infraestructuras necesarias; el que deberían gastar las comunidades autónomas en Sanidad, Educación o Dependencia.

Por su parte, los medios de comunicación, que deberían ser uno de los agentes fundamentales en el control de los comportamientos corruptos, no sólo no son independientes, sino que viven en simbiosis con los partidos y, a la vez, actúan como correa de transmisión de los intereses de sus propietarios y patrocinadores (grandes empresas anunciantes, a su vez beneficiadas por la corrupción)
Precisamente, debido a que los medios de comunicación no cumplen con la función que deberían tener en una democracia, la corrupción no es percibida por los ciudadanos como sistémica. Los medios se ocupan –y con notable éxito, por cierto- de distraer la atención.

Sólo cuando es inevitable, por lo general debido a la intervención de la Policía o la Guardia Civil, determinados escándalos saltan a los medios; pero siempre compartimentados, limitándose la información a un caso concreto que, al afectar a un solo partido cada vez, pasa a integrarse en la lucha partidista y –gracias a la información sesgada facilitada por los medios- suele producir en los votantes del partido afectado una reacción de cierre de filas (recurso a la idea de conspiraciones político-judiciales, etc.) que impide que los comportamientos corruptos, incluso aunque estén siendo enjuiciados por los Tribunales de Justicia, impliquen –como en principio sería lo lógico- un castigo en las urnas por parte de la ciudadanía que –paradójicamente- es la principal perjudicada por la corrupción. Sencillamente, lpese a la evidencia, los ciudadanos eligen no creerse que el político al que votan es un ladrón.
En resumen: que si no nos levantamos contra este estado de cosas, es que somos profundamente imbéciles y tenemos lo que nos merecemos.

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P.D. Vuelvo a proponer a mis amables lectores unos sencillos ejercicios prácticos:
a) Cuando paseen por la calle de su ciudad o de su pueblo, o circulen por una carretera y se topen con un cartel de esos que anuncian a bombo y platillo las obras que los políticos hacen por nuestro bien, tomen nota de la obra y del presupuesto. (si sacan una foto, mejor) Luego le preguntan a cualquier conocido que trabaje en la construcción cuánto cuesta realmente esa obra.
b) Si trabaja Vd. en cualquier dependencia de la Administración y tiene que reponer, digamos, su ordenador o la impresora, intente informarse de cuánto le ha costado al Estado. Luego, acérquese al Mediamarket o a Carrefour y mire cuánto le habría costado comprársela Vd. por su cuenta.
c) Si por alguna extraña razón es Vd. concejal o concejala de un partido minoritario, de los que no están en condiciones de rapiñar (aún) y se siente heroico o heroica, intente acceder al presupuesto de alguna de las obras mencionadas, como es su derecho, y luego coménteselo a su amigo de la constru. Verá qué sorpresa se lleva. Luego, cállese, por favor, salvo que esté decidido a marcharse de su pueblo.




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