domingo, 27 de febrero de 2011

Por siempre Carlos.




Amor mío, cuánto esfuerzo me cuesta escribir estas palabras.
El destino, el destino de un tiempo ya viejo nos separa.


El destino es la inercia de la soga que ahoga, la piedra que entierra y que aplasta,

de la mano que apaga la aurora y nunca se cansa, de la voz que te llama en la noche

detrás de una puerta y te clava un momento en la duda de quién es uno.


Cuando falta tu luz, no es igual que la luz de la luna, el sol o la estrella,

me falto yo y me falta en la boca saliva, corazón y dientes.

Agoto la esperanza y la vida me lleva hacia la frontera.

Y es aquí que me veo cruzando los montes de Francia,

mientras lejos se queda mi tierra, mi gente, mi casa.

Y mis ojos con tanta amargura, que me avergüenzo.


Esta es la canción: ¡un, dos! Ustedes tienen sol, grasia pa vivir, vino, playas y flamenco.

Sí, mucha grasia pa derramarla por las vendimias del Roselló.

¡Viva la grasia de Andalucía con pasaporte de emigración!


No es odio esta carta, que es de amor que se escribe con todos, se vive con todos.

Yo entiendo este amor como un puño sensible que mueve montañas.

Compañera, que por él los de abajo sufrieron el papel amargo

del que enciende la luz en la sombra y se ve tan solo, cara al viento, al rayo y al trueno de la gran tormenta, cara al tiempo, al cerrojo, al silencio y a lo que caiga.


Ahora sé que eres tú lo que enciende la vida del árbol en la primavera

lo que mueve la voz de los hombres cuando los hombres luchan y mueren.

No quiero acabar con tristeza ni hielo esta carta amarga.

Ahora sé que las nubes se alzan y canto este canto:

«Por mi boca ya asoman las flores que regó con llanto

en tu vientre amoroso este pueblo te ha embarazado.»


Esta es la canción: ¡un, dos! Ustedes tienen sol, grasia pa vivir, vino, playas y flamenco.

Sí, mucha grasia pa derramarla por las vendimias del Roselló.

¡Viva la grasia de Andalucía con pasaporte de emigración!



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