domingo, 27 de febrero de 2011

28 de febrero. No sé de qué escribir.

He de reconocer que cada vez me cuesta más trabajo perder mi tiempo para dedicárselos a esa pandilla de apandadores y golfos que salpican nuestra geografía política cercana y algo más lejana pero que nos clavan su incompetencia, su corrupción y su desprecio (porque en el fondo sólo es eso, desprecio por los demás) como si estuvieran a nuestro lado.

28 de febrero, sigo sin tener nada que celebrar.

Y no me quejo de que no hayamos tenido logros ni de como nos ha ido. Me quejo de que no lo hayamos intentado y de cómo nos va. De que no hayamos sabido poner al otro por delante de lo nuestro. De que hayamos subyugado el interés del ciudadano al de las asociaciones que nos malgobiernan. Y me quejo de seguir teniendo añoranza de aquellos años en los que parecía que los andaluces podríamos ser... como todos, igual que todos.

Mañana me levantaré, desayunaré, pasearé por el parque, llamaré a mi hijo que fue a trabajar fuera y le pediré que si puede, no vuelva. Que aprenda de quienes parecen amar más a su tierra. Que ya nos veremos en vacaciones o en cualquier fin de semana y que ya me contará.

Cuando esté en casa pondré un disco de Carlos Cano, leeré poemas de Federico y me dormiré placidamente en mi sillón al pie del ventanal de la terraza.

Feliz día de Andalucía. A quiénes tengan ganas y motivos para celebrarlo.

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