jueves, 9 de febrero de 2012

Duele

a veces escuchar la radio cuando vas en el coche de vuelta del trabajo (muchos no volvieron, tampoco manuel). Una señora contaba su caso: tres hermanas que fueron separadas tras ajusticiar (léase lo que se haya de leer) a sus padres. Crecieron separadas, nunca estuvieron juntas. Otras personas relataban más casos de asesinatos disfrazados de juicios sumarísimos, otros de aplicaciones de la ley de fugas."Vivíamos con un miedo atroz".
Naturalmente era la SER. Y digo naturalmente porque este tipo de programas no suelen ser carne de COPE, no porque yo no oiga también esta cadena. Cuanto más se oye, se ve o se lee más lios mentales te haces. Pero al amenos tienes de todo un poco.
Cosas de la guerra. De los que vencieron en la guerra. Supongo que hubiese ocurrido algo parecido si las tornas se hubieran dado cambiadas. La represión hubiera sido igual o parecida. No creo que esto sea cosa ni cuestión de ideología. Sino de naturaleza del ser humano.  Tres años de guerra y de muertes despiertan miserias y odios a tal punto que hace casi imposible la reconciliación.  Tampoco el paso del tiempo  ni aun después de  sesenta años adormecen las ansias de justicia. De saber qué pasó con sus padres, o sus hermanos. Es normal que los famliares de los represaliados pidan y clamen reconocimiento y justicia.


Garzón quiso tomar la bandera de esta causa. Y la causa y la bandera le van a costar lo que le queda de judicatura. De esta no se salva. Ha tocado un tema maldito, tabú, prohibido. Es posible que los miedos estén aún demasiado frescos, detrás de la oreja. Y habrá  quienes piensen que la Memoria Histórica y el reconocimiento de las muertes pueden poner en peligro la democracia, incluso provocar otro enfrentamiento.
Está claro que no hemos madurado aún y que algunas heridas no se han cerrado del todo. Terminarán cerrándose cuando mueran las personas que tienen algo que recordar. Pero entonces ya no habrá quien pida justicia y habremos perdido la memoria.
Y Garzón será historia.Un juez con luces,  algunas sombras y cierto afán de protagonismo que un día cogió una bandera maldita, pero no injusta.

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