domingo, 28 de febrero de 2010

La clase política: de sueño a medio de vida.

Esta misma mañana le eché un vistazo al suplemento del Grupo Joly "El paciente andaluz". Me detuve a leer el artículo de José Aguilar. ¡Qué bien lo cuenta este tío! He de reconocer que no me pierdo su columna y además me encanta su forma de expresarse.
Como no lo encuentro en la red voy a teclear lo que me parece más importante.

"... la larga hegemonía de un mismo partido al frente de la Junta de Andalucía y del Parlamento, y la propia evolución de la vida política democrática han generado una clase reinante diferente. La política se ha profesionalizado y ha dejado de atraer a muchos hombres y mujeres preparados y soñadores. Se ha empobrecido.

El proceso se ha producido por causas objetivas. El sistema de partidos que se ha construido es netamente oligárquico, con unas cúpulas que controlan toda la vida orgánica y sin libertad interna real para los militantes de base, urgidos a aplicar las decisiones de otros y a obedecer sin rechistar si quieren hacer carrera y ascender en la organización. El sistema electoral a base de listas cerradas y bloqueadas tampoco ayuda a la transparencia ni a que la relación de los administradores con los administrados sea directa y viva.

La clase política que ocupa el poder o la oposición se selecciona y recluta por un mecanismo de cooptación que permite a los aparatos premiar a los sumisos y castigar a quienes se atreven a tener opinión propia y a manifestarla. No existe democracia interna en la práctica puesto que las actitudes disidentes no tienen posibilidades de salir adelante, salvo en congresos extraordinarios y traumáticos normalmente provocado por algún fracaso electoral.

El resultado final de este conjunto de factores lleva a un empobrecimiento general de la política. Los individuos que podrían mejorarla cualitativamente se arriesgan adentrarse en una actividad mal pagada y peor vista en la sociedad prefiriendo dedicarse a sus tareas profesionales en distintos ámbitos. No les merece la pena hacer un paréntesis en su profesión -muchas veces peligroso para su futuro- para gastar energías en una parcela en la que se requieren muchas horas y muchos esfuerzos y en la que, además, la competencia no se suele fundamentar en términos de talento y mérito. Hace falta mucha vocación y/o mucha ambición para dedicar por entero a la vida orgánica de un partido.

En consecuencia el camino queda expedito para la incursión de los políticos profesionales. No es tanto un problema de preparación como de trayectoria vital y actitud. A la política actual siguen llegando personas con estudios superiores. Especialmente enseñantes y abogados, pero cada vez son más numerosos los que no ven la política como un instrumento para mejorar la sociedad según un planteamiento ideológico determinado, sino como un medio de vida y un trampolín para prosperar.

Es por eso por lo que casi nadie se autoimpone una limitación temporal para su actividad pública, y menos para la permanencia en un cargo. Hay quien n siquiera puede prometer que tras su paso por la política volverá a ejercer su profesión porque sencillamente carece de ella. No son pocos los empiezan a hacer sus pinitos militantes desde su juventud. Pronto abandonan los estudios o los aparcan hasta un futuro que nunca llega , porque los requerimientos de la acción política son muy absorbentes y porque los sucesivos ascensos orgánicos o institucionales termina por convencerles de que eso es lo suyo.

Son gentes que terminan acaparando los puestos de responsabilidad más elevada sin haber pasado por vivencias que constituyen las vivencias de la inmensa mayoría. Nunca han tenido un trabajo precario, nunca se han sometido a horarios estrictos, no han creado una empresa ni han pasado los agobios de casi todo hijo de vecino. La lejanía de esta clase con respecto a la gente corriente se abisma más y más conforme pasan los años y el sistema se consolida.

Todo conspira en esa dirección. También la creciente politización de la vida civil y la proliferación de organismos, agencias y consejos que las instituciones crean a nivel local, provincial (sólo la Junta tiene más de cien delegados provinciales con sus equipos y gabinetes), regional y nacional generan un enorme yacimiento de empleos llamados a ser ocupados por la nueva clase reinante. No hace falta que un partido llegue al poder para que sus militantes más disciplinados y obedientes tengan acceso a una red de cargos y representaciones que les hacen más agradecidos a los que mandan en sus respectivas formaciones. Piénsese en organismos tan escasamente justificables desde el punto de vista funcional como las diputaciones provinciales, donde es frecuente que encuentren acomodo los alcaldes que han sido derrotados en las urnas y aquellos servidores orgánicos que trabajan para su partido, pero cobran de la corporación pública".

Bueno, ahí lo dejo aunque el artículo sigue. Jartón de teclear, pero habrá merecido la pena si alguien más lo lee.
Por cierto lo de mal pagada debe tener alguna connotación que ahora mismo no alcanzo. Soy de los que piensa que de todos los inconvenientes que pueda tener la política no es precisamente el sueldo uno de ellos.

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